jueves, 1 de marzo de 2012

Recomendaciones para una Tarde de Lluvia: Billy Elliot (cap. 8)


<<La fascinante historia del niño que aprendió a luchar por sus sueños. La fascinante historia, de Billy Elliot>>
De nuevo, otra gran producción británica, centrada de nuevo en asuntos de carácter social, y en los sueños de un niño que descubrirá que nada es imposible si te esfuerzas. Una película avalada por la crítica, popularizada en medio mundo y laureada en los Bafta, con serieas nominaciones a los Oscars y a los Globos de Oro. Toda una exquisitez, y una muestra de la valía de cualquier persona. Toda una historia memorable.
Billy Elliot es un joven inglés, de clase obrera, cuya madre murió sendos años atrás. Ahora vive con su padre, su hermano y su abuela, en un barrio obrero castizo, dependiente de la minería. De hecho, padre y hermano se dedican a este sector, que verá en los recortes de Margareth Thatcher (a la que dedicamos el capítulo 7) una seria amenaza y un motivo evidente para tomar partido en la defensa de los obreros.
 El padre de Billy espera que su hijo se convierta con suerte en un gran boxeador, pero las aptitudes de Billy no son en absoluto con el boxeo. Un día, mientras se contraba en clases de boxeo, decidió indagar un poco en la clase de al lado, donde una profesora impartía clases de ballet. Se mostró indiferente, pero no obstante, al día siguiente decidió volver. Poco a poco, su pasión por el ballet (algo que muchas veces ha sido considerado tabú para los chicos) fue creciendo poco a poco, por lo que decidió tomar clases de ballet a expensas de su padre, que lo imaginaba en clases de boxeo.
Con un entrenamiento duro y todo el arte del mundo en sus venas, Billy comienza a labrarse como bailarín, y tanta profesionalidad es captada por los ojos de la profesora, que se centra mucho en Billy.
En casa las cosas marchan bastante malas. Padre y hermano, mineros de profesión, son a duras penas capaces de aportar a su familia el sustento necesario para sobrevivir, en un período de huelga muy crudo y violento, y que a pesar de todo han de tornarse esquiroles (es decir, no secundar la huelga) a fin de poder llevar el pan a casa. 
 Ante tanta  crispación, el padre termina por descubrir lo que su hijo hacía en clases de boxeo, algo que provocan en él un sentimiento de cólera incontenible, ya que para él el ballet es una actividad poco ortodoxa para los hombres, y además, ha visto como su hijo le ha engañado. Pero Billy no es capaz de dejar el ballet.
Un día, la profesora de Billy habla con su padre y lo persuade en la medida de lo posible. Lo convence de sus cualidades técnicas, de su porvenir como bailarín, y a duras penas su padre accede, aunque no se muestra demasiado satisfecho. Así, con el tiempo, la carrera joven Elliot se convirtió en todo un reto personal y un sacrificio notorio.

Pero su nivel era ya demasiado grande, y tendría que ingresar en un colegio oficial de danza para poder recibir unas clases adecuadas a su nivel. El muchacho se siente afligido y desconcertado: por una parte, el ballet es su vida, pero por otra, no podría ganarse tal puesto a costa del sudor de su propia familia. No obstante, su pobre abuela, que confía mucho en él, lo alienta a perseguir sus sueños. Ella había sido un buen ejemplo de sueños frustrados. Había intentado realizarse como bailarina de ballet, pero nunca lo consiguió. Por ese motivo, incita a su nieto a que siga a su corazón, y consiga lo que durante su vida frustrada ella no fue capaz de conseguir.
Tras momentos de gran crudeza, el padre accede, y Billy opta a hacer las pruebas. Como no, lo hace de sobremanera, y tras ello, únicamente resta la espera por una carta que le abrirá las puertas de la gloria artística, o acabará de una vez por todas con su futuro.

Dicha carta llegó un día, mientras todos esperaban ansiosos a la mesa. Billy la abrió, y mayor fue su sorpresa cuando descubrió que había sido admitido. Su abuela, con los ojos bañados en lágrimas, vió como su sueño al fin se hacía realidad, y Billy, como sus mayores aspiraciones contaban ya con luz verde. A ello se le suman los gestos de aprobación y congratulacion de su padre, que comienza a afrontar la valía artística y técnica de su joven primogénito.
La película finaliza con una función de Billy en Londres, varios años después, y a la que acude su familia para poder verle actuar. 
La película es muy emotiva, y consigue bañar los ojos de los espectadores en lágrimas. La interpretación es simplemente brillante, y el mensaje que transmite, noble y completo. No hay sueños inalcanzables. Billy es una muestra de que el esfuerzo y la valía personal son la mejor arma para confrontar nuestros miedos, y mirar con la cara bien alta sin importarnos lo que los demás critiquen o deploren aquello en lo que nos hemos convertido. Es una muestra de superación, motivación y esperanza, y toda una recomendación para una tarde de lluvia.

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